[Martha Asunción Alonso]

 

 

 

LA ISLA

 

ISLA de las varices.

Isla abeja y pepitas de guayaba.

Isla pero a dónde vas tú sola con tanta pierna luna.

Isla para los colibríes.

Isla los muertos son muertos.

Isla caña de infancia.

Isla de los rumiantes, los cañones, las lianas con pájaros ahorcados.

Isla Arawak.

Isla sobre la espalda zarpazo oeste ¿tigres?

Isla barro en la frente.

Isla de las migas de alas de mariposa en los morteros de las brujas.

Isla de los buzones para dejarle piñas a Colón.

Isla toda humareda.

Isla donde los ojos de las salamandras pestañean en las vitrinas de las pastelerías.

Isla.

Isla para rascarse.

Isla de los árboles con nombres cuya sombra te deja embarazada.

No me quiero matar. Isla

yo soy el genio bondadoso del machete.

Isla sol. Cierra fuerte los puños y los ojos y frota

tu sangre en mí.

 

 

UNA PALABRA TUYA

 

Si me llamaras, blanco, desde la casa antigua

con sol de primavera en los cajones,

bajo la piel -con sol bajo la herida,

igual que el cazador brilla en el rastro

del animal dormido-;

con sol en los cajones y el espejo y la frente,

sol hecho tierra y muros,

sábana dulce, sol en las calderas.

 

Una palabra, un solo gesto-llama

que sacuda esta noche,

desbarate los tigres de mis dedos cortados.

Nos enferme. Me sane.

 

Si acaso me llamaras…,

hondo en la selva viva de tu ausencia,

humo azul que perfora la memoria,

eleva su lenguaje febril contra el olvido.

 

Una palabra,

una,

como este sol antiguo desde la casa blanca,

quemándome los senos y la lengua,

cuerpo que tiembla cuando lo pronuncias

-y el sol sobre la muerte;

mármol donde el silencio se hizo carne,

luna llena de marzo donde se oculta el bosque-

 

Una palabra tuya para enfermar mis sueños.

 

 

[Detener la primavera, Hiperión, 2011]

 

 

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