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Cuéntase que en las montañas Tai-Pei
reside un monje
que flota, como el perfume,
a trescientos pies del cielo.
En cierta ocasión se ocultó con sus escrituras
en el pico central,
y rara vez pudieron verlo aunque se oía
el repicar de su campana.
Con su bastón metálico una vez separó
a dos tigres que luchaban a muerte.
El bastón descansa ahora junto a la ventana.
Bajo su lecho hay un cántaro
que encierra un dragón.
Se viste con hierbas y hojas; sus orejas
le llegan hasta el hombro,
y sus cejas cuelgan sobre el rostro.
Nadie sabe su edad. Pero los verdes
pinos que él plantara
no pueden abarcarlos diez brazos.
Su mente es tan diáfana
como el fluir de un río.
Su persona, como las nubes,
no conoce el bien ni el mal.
Cierta vez un anciano de Shang Shan
vino a encontrarse con él,
pero no pudo hallar la senda
que conduce a esas inaccesibles alturas.
Este monje desconocido
todavía vive en las Montañas.
Los aldeanos no lo conocen: en vano
miran hacia el cielo azul.
[Traducció de C.G. Moral]
[Ts'en
Ts'an]
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