A la altura de su propia medida el viejo Pontiac es un
jardín que se abre.
Antes,
de esto hace ya muchísimo,
fingía un tigre manso deslizándose blanco entre mujeres bellas.
Hoy por hoy
el noble bruto envejece dignamente y sin prisa
hasta la consumación de los siglos... y le salen
de puertas y ventanas
florecillas del campo.