Egloga Imitación de Virgilio Tirsis, habitador del Tajo umbrío, con el más vivo fuego a Clori amaba; a Clori, que, con rústico desvío, las tiernas ansias del pastor pagaba. La verde margen del ameno río, tal vez buscando alivio, visitaba; y a la distante causa de sus males, desesperado enviaba quejas tales: No huye tanto, pastora, el corderillo del tigre atroz, como de mí te alejas, ni teme tanto al buitre el pajarillo, ni tanto al voraz lobo las ovejas. La fe no estimas de un amor sencillo, ni siquiera, inhumana, oyes mis quejas; por ti olvido las rústicas labores, por ti fábula soy de los pastores. "Al cabo, al cabo, Clori, tu obstinada ingratitud me causará la muerte; mi historia en esos árboles grabada dirá entonces que muero por quererte; tantos de quienes eres adorada leerán con pavor mi triste suerte; nadie entonces querrá decirte amores, y execrarán tu nombre los pastores. "Ya la sombra del bosque entrelazado los animales mismos apetecen; bajo el césped que tapiza el prado, los pintados lagartos se guarecen. Si afecta las dehesas el ganado, si la viña los pájaros guarnecen, yo solo, por seguir mi bien esquivo, sufro el rigor del alto can estivo. "Tú mi amor menosprecias insensata, y no falta pastora en esta aldea que, si el nudo en que gimo, un dios desata, con Tirsis venturosa no se crea. ¿No me fuera mejor, di, ninfa ingrata, mis obsequios rendir a Galatea, o admitir los halagos de Tirrena, aunque rosada tú, y ella morena? "¿Acaso, hermosa Clori, la nevada blancura de tu tez te ensoberbece? El color, como rosa delicada, a la menor injuria se amortece. La pálida violeta es apreciada, y lánguido el jazmín tal vez fallece, sin que del ramo, que adornaba ufano, las ninfas le desprendan con su mano. "Mi amor y tu belleza maldecía, tendido una ocasión sobre la arena, y Tirrena, que acaso me veía, -¡oh Venus, dijo, de injusticias llena; lejos de unir las almas, diosa impía, las divide y separa tu cadena!... De Clori sufres tú las esquiveces, y yo te adoro a ti que me aborreces.- "¡Ah! No sé por qué causa amor tan fino puede ser a tus ojos tan odioso; cualquier pastor, cuando el rabel afino, escucha mis tonadas envidioso. ¿No cubre estas praderas de contino mi cándido rebaño numeroso? ¿Acaso en julio, o en el crudo invierno, me falta fruto sazonado y tierno? "Ni tampoco es horrible mi figura, si no me engaño al verme retratado en el cristal de esa corriente pura; y a fe que a ese pastor afortunado que supo dominar alma tan dura, si a competir conmigo fuese osado, en gentileza, talle y bizarría, siendo tú misma juez, le excedería. "Ven a vivir conmigo, ninfa hermosa; ¡ven! mira las Drïadas, que te ofrecen en canastos la esencia de la rosa, y para ti los campos enriquecen. Para ti sola guardo la abundosa copia de frutos que en mi huerto crecen; para ti sola el verde suelo pinto con el clavel, la viola y el jacinto. "Acuérdate del tiempo en que solías, cuando niña, venir a mi cercado, y las tiernas manzanas me pedías aún cubiertas del vello delicado. Desde la tierra entonces no podías alcanzar el racimo colorado; y después que tus medios apurabas, mi socorro solícita implorabas. "Entonces era yo vuestro caudillo, mi tercer lustro apenas comenzado, sobresaliendo en el pueril corrillo, como en la alfombra del ameno prado descuella entre las yerbas el tomillo. Desde entonces Amor, Amor malvado, me asestaste traidor la flecha impía que me atormenta y hiere noche y día. "¡Ah! Tú no sabes, Clori, qué escarmiento guarda Jove al mortal ingrato y duro; hay destinado sólo a su tormento en el lóbrego Averno un antro oscuro; en su carne cebado, un buitre hambriento le despedaza con el pico impuro, y el corazón viviente devorado padece a cada instante renovado. "Mas, ¡ay de mí! que en vano, en vano envío a la inhumana mi doliente acento. ¿Qué delirio, qué sueño es este mío? Prender quise la sombra, atar el viento, seguir el humo y detener el río. Y mientras lo imposible loco intento, tengo en casa la vid medio podada, y en el bosque la grey abandonada. "¿Qué fruto saco de elevar al cielo esta continua lúgubre querella? Ni encender puedo un corazón de hielo, ni torcer el influjo de mi estrella. Si Clori desestima mi desvelo, sabrá premiarle otra pastora bella. Ya baja el sol al occidente frío; vuelve, vuelve al redil, ganado mío". [Andrés Bello] |
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