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Miro en el charco la tarde en
que me
entierran y
reverdece la paz entigrecida en torno a mi
cadáver, donde no se despuebla ni una nube, ni se
escucha un solo girasol entre las almas.
Oigo volar por
el sauce a los
perros que
en una lágrima entonan su liturgia mientras llueve la
tierra, y
afianzan ese grito cuando todo naufragio va lamiendo el
paisaje.
Me acosa el temporal que presagia al
silencio y
entristecen ésos
que me
despiden, sumergidos y
ocres en su guerra, sobre un lánguido charco en medio de la
tarde.
[La vasta
lejanía]
Δ
Con el viento y la
suerte
Se extiende mi voz, alfanje
hacia su noche, hiere las máscaras, se anilla entre los
libros y alumbra como tigre.
Libertad mía de
diálogo sin rostros, ¿me escucharás como yo escucho al
orbe ahogarse en un naranjo?
Dibujo el fin y
agradezco al maizal con sus espigas, si los peces y el
canto viajan hasta mi mesa.
Ya vi borrarse la
sombra de aquel bote rumbo a mi infancia, y no trocó el
regreso ninguna melodía.
Madero soy a la deriva o
en el humo, sin esa luz de una boda secreta con el
viento y la suerte.
[La vasta
lejanía]
Δ
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