La casa y el reino | ||
Debes buscar el tronco del árbol, 1. Me acojo al rostro desfigurado de la
casa en ruina, puedo adivinar que fue armándose de
durezas y humedades de ojo de tigre: cautelosa,
fabrica su propia noche y cruje y se transforma
interpolando el peso del animal interminable
que llega con sudores de otras eras. Denso y sumergido aparece el mesón de la cocina, quedaron
olvidadas una vasija de corroído peso y la visión naciente de un
fuego acrecido de hendiduras. En un rincón, dos reyes juegan
la batalla detenida: si aquí se rizaron diálogos y baladas, no
queda sino desarreglo y mordedura. Busco inscripciones, algo que se deje leer sin impedimento no importa en qué lengua reducida o imaginaria. Una especie de lepra intenta falsificar los retratos y daguerrotipos, diluir lo que resta en fantasmadas espaciosas. Alguien va impulsando un río, sopla sobre el agua espesa, sin consejo. 2. En las barandas, musgos y flores acuáticas preludian
lo inútil y lo salobre, la desaparición es pretexto
para un festejo de colores, de somnolencias
recostadas a los goznes y a las golondrinas. A cada
insinuación dejada sobre los cristales respondo con
una caricia por las grietas, donde las aguas dictan
lunas que huyen la distancia y fiebres que desconozco. Quién engendró la suerte de estas paredes, de estos sustos ? En la casa cada palabra es un cisma. 3. En el duermevela de las alcobas perduran sudores
eruditos y gracias sexuales, el amor fue leve de
ceremonias, los manjares breves...
4. En el patio, el eco de los guerreros es un invisible remolino tejido a la lectura de los astros. Junto a las ventanas parapetaron acechos y apuntalamientos, puedo adivinarlos contándose los presagios bajo los zapotes, mientras una brisa de rocío cerraba las puertas metiendo en pena las salicarias. Nada queda de agresivo señorío de los generales. Como
podían, los dientes armaban un carnaval babilónico
justo antes y poco después de las batallas; cuando de
golpe sobrevenía el silencio se entreabrían las
sangres, un resquicio por donde respiraban las
sombras. En los muros el fuego grabó filigranas en su lengua
ilegible, pero el desastre sólo fue torpemente
desorientado en un juego de escondrijos : lo dicta la
espalda de cada objeto, la tierra cristalizada. Allí
y aquí pasaron edades y dinastías y reyes que no
guardó la memoria. 5. Vacilante, el puerto se agolpa contra el mar protegido por la amenaza volcánica del castillofuerte de San Felipe de Barajas, yaciendo en su letargo, son dos príncipes de plata de un juego abandonado. Animalejos lentos recorren las baldosas como maldición antigua, tras los fastos. La marea ha dejado de acompasar lo excesivo: por aquí
pasó el oro de la más feroz alquimia, y gemas
huidizas como ojos abiertos a invisibles resonancias.
Deletreo, adivinanza, penumbra y fatigas. 6 Un perro orina sobre las bombas amontonadas de los
cañones. Mientras, los niños juegan y escuchan historias de
duendes por donde desliza su incesante remuneración lo
ignorado. Frente a la puerta de los guayabales, mi abuelo fumaba intocablemente adormecido en la mecedora al compás del violín de Ezra... A la memoria de Israel Santamaría [Mario Carmelo] |
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