Alturas del Machu Pichu
I
Del aire al aire, como una red
vacía,
iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,
en el advenimiento del otoño la moneda extendida
de las hojas, y entre la primavera y las espigas,
lo que el más grande amor, como dentro de un guante
que cae, nos entrega como una larga luna.
(Días de fulgor vivo en la
intemperie
de los cuerpos: aceros convertidos
al silencio del ácido:
noches desdichadas hasta la última harina:
estambres agredidos de la patria nupcial.)
Alguien que me esperó entre los
violines
encontró un mundo como una torre enterrada
hundiendo su espiral más abajo de todas
las hojas de color de ronco azufre:
más abajo, en el oro de la geología,
como una espada envuelta en meteoros,
hundí la mano turbulenta y dulce
en lo más genital de lo terrestre.
Puse la frente entre las olas
profundas,
descendí como gota entre la paz sulfúrica,
y, como un ciego, regresé al jazmín
de la gastada primavera humana.
II
Si la flor a la flor entrega el
alto germen
y la roca mantiene su flor diseminada
en su golpeado traje de diamante y arena,
el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
en los determinados manantiales marinos
y taladra el metal palpitante en sus manos.
Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida,
como una barajada cantidad, queda el alma:
cuarzo y desvelo, lágrimas en el océano
como estanques de frío: pero aún
mátala y agonízala con papel y con odio,
sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
entre las vestiduras hostiles del alambre.
No: por los corredores, aire, mar
o caminos,
quién guarda sin puñal (como las encarnadas
amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
la triste mercancía del vendedor de seres,
y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
desde mil años deja su carta transparente
sobre la misma rama que lo espera, oh corazón, oh frente triturada
entre las cavidades del otoño.
Cuántas veces en las calles del invierno de una ciudad o en
un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la soledad
más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido
de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano,
me quise detener a buscar la eterna veta insondable
que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.
(Lo que en el cereal como una
historia amarilla
de pequeños pechos preñados va repitiendo un número
que sin cesar es ternura en las capas germinales,
y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
y lo que en el agua es patria transparente, campana
desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)
No pude asir sino un racimo de
rostros o de máscaras
precipitadas, como anillos de oro vacío,
como ropas dispersas hijas de un otoño rabioso
que hiciera temblar el miserable árbol de las razas asustadas.
No tuve sitio donde descansar la
mano
y que, corriente como agua de manantial encadenado,
o firme como grumo de antracita o cristal,
hubiera devuelto el calor o el frío de mi mano extendida.
Qué era el hombre? En qué parte de su conversación abierta
entre los almacenes de los silbidos, en cuál de sus movimientos metálicos
vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?
III
El ser como el maíz se
desgranaba en el incansable
granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos
miserables, del uno al siete, al ocho,
y no una muerte, sino muchas muertes llegaba a cada uno:
cada día una muerte pequeña, polvo, gusano, lámpara
que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas
entraba en cada hombre como una corta lanza
y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,
el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán oscuro del arado,
o el roedor de las calles espesas:
todos desfallecieron esperando su
muerte, su corta muerte diaria:
y su quebranto aciago de cada día era
como una copa negra que bebían temblando.
IV
La poderosa muerte me invitó
muchas veces:
era como la sal invisible en las olas,
y lo que su invisible sabor diseminaba
era como mitades de hundimientos y altura
o vastas construcciones de viento y ventisquero.
Yo al férreo vine, a la
angostura
del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
al estelar vacío de los pasos finales
y a la vertiginosa carretera espiral:
pero, ancho mar, oh muerte!, de ola en ola no vienes,
sino como un galope de claridad nocturna
o como los totales números de la noche.
Nunca llegaste a hurgar en el
bolsillo, no era
posible tu visita sin vestimenta roja:
sin auroral alfombra de cercado silencio:
sin altos enterrados patrimonios de lágrimas.
No pude amar en cada ser un árbol
con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de mil hojas)
todas las falsas muertes y las resurrecciones
sin tierra, sin abismo:
quise nadar en las más anchas vidas,
en las más sueltas desembocaduras,
y cuando poco a poco el hombre fue negándome
y fue cerrando paso y puerta para que no tocaran
mis manos manantiales su inexistencia herida,
entonces fui por calle y calle y río y río,
y ciudad y ciudad y cama y cama,
y atravesó el desierto mi máscara salobre,
y en las últimas casas humilladas, sin lámpara, sin fuego,
sin pan, sin piedra, sin silencio, solo,
rodé muriendo de mi propia muerte.
V
No eras tú, muerte
grave, ave de plumas férreas,
la que el pobre heredero de las habitaciones
llevaba entre alimentos apresurados, bajo la piel vacía:
era algo, un pobre pétalo de cuerda exterminada:
un átomo del pecho que no vio al combate
o el áspero rocío que no cayó en la frente.
Era lo que no pudo renacer, un pedazo
de la pequeña muerte sin paz ni territorio:
un hueso, una campana que morían en él.
Yo levanté las vendas del yodo, hundí las manos
en los pobres dolores que mataban la muerte,
y no encontré en la herida sino una racha fría
que entraba por los vagos intersticios del alma.
VI
Entonces en la escala de la
tierra he subido
entre la atroz maraña de las selvas perdidas
hasta ti, Macchu Picchu.
Alta ciudad de piedras escalares,
por fin morada del que lo terrestre
no escondió en las dormidas vestiduras.
En ti, como dos líneas paralelas,
la cuna del relámpago y del hombre
se mecían en un viento de espinas.
Madre de piedra, espuma de los cóndores.
Alto arrecife de la aurora
humana.
Pala perdida en la primera arena.
Ésta fue la morada, éste
es el sitio:
aquí los anchos granos del maíz ascendieron
y bajaron de nuevo como granizo rojo.
Aquí la hebra dorada salió de
la vicuña
a vestir los amores, los túmulos, las madres,
el rey, las oraciones, los guerreros.
Aquí los pies del hombre
descansaron de noche
junto a los pies del águila, en las altas guaridas
carniceras, y en la aurora
pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida,
y tocaron las tierras y las piedras
hasta reconocerlas en la noche o la muerte.
Miro las vestiduras y las manos,
el vestigio del agua en la oquedad sonora,
la pared suavizada por el tacto de un rostro
que miró con mis ojos las lámparas terrestres,
que aceitó con mis manos las desaparecidas
maderas: porque todo, ropaje, piel, vasijas,
palabras, vino, panes,
se fue, cayó a la tierra.
Y el aire entró con dedos
de azahar sobre todos los dormidos:
mil años de aire, meses, semanas de aire,
de viento azul, de cordillera férrea,
que fueron como suaves huracanes de pasos
lustrando el solitario recinto de la piedra.
VII
Muertos de un solo abismo,
sombras de una hondonada,
la profunda, es así como al tamaño
de vuestra magnitud
vino la verdadera, la más abrasadora
muerte y desde las rocas taladradas,
desde los capiteles escarlata,
desde los acueductos escalares
os desplomasteis como en un otoño
en una sola muerte.
Hoy el aire vacío ya no llora,
ya no conoce vuestros pies de arcilla,
ya olvidó vuestros cántaros que filtraban el cielo
cuando lo derramaban los cuchillos del rayo,
y el árbol poderoso fue comido
por la niebla, y cortado por la racha.
Él sostuvo una mano que
cayó de repente
desde la altura hasta el final del tiempo.
Ya no sois, manos de araña, débiles
hebras, tela enmarañada:
cuanto fuisteis cayó: costumbres, sílabas
raídas, máscaras de luz deslumbradora.
Pero una permanencia de piedra y
de palabra:
la ciudad como un vaso se levantó en las manos
de todos, vivos, muertos, callados, sostenidos
de tanta muerte, un muro, de tanta vida un golpe
de pétalos de piedra: la rosa permanente, la morada:
este arrecife andino de colonias glaciales.
Cuando la mano de color de
arcilla
se convirtió en arcilla, y cuando los pequeños párpados se cerraron
llenos de ásperos muros, poblados de castillos,
y cuando todo el hombre se enredó en su agujero,
quedó la exactitud enarbolada:
el alto sitio de la aurora humana:
la más alta vasija que contuvo el silencio:
una vida de piedra después de tantas vidas.
VIII
Sube conmigo, amor americano.
Besa conmigo las piedras secretas.
La plata torrencial del Urubamba
hace volar el polen a su copa amarilla.
Vuela el vacío de la enredadera,
la planta pétrea, la guirnalda dura
sobre el silencio del cajón serrano.
Ven, minúscula vida, entre las alas
de la tierra, mientras -cristal y frío, aire golpeado -
apartando esmeraldas combatidas,
oh agua salvaje, bajas de la nieve.
Amor, amor, hasta la noche
abrupta,
desde el sonoro pedernal andino,
hacia la aurora de rodillas rojas,
contempla el hijo ciego de la nieve.
Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,
cuando rompes tus truenos lineales
en blanca espuma, como herida nieve,
cuando tu vendaval acantilado
canta y castiga despertando al cielo,
qué idioma traes a la oreja apenas
desarraigada de tu espuma andina?
Quién apresó el relámpago del
frío
y lo dejó en la altura encadenado,
repartido en sus lágrimas glaciales,
sacudido en sus rápidas espadas,
golpeando sus estambres aguerridos,
conducido en su cama de guerrero,
sobresaltado en su final de roca?
Qué dicen tus destellos
acosados?
Tu secreto relámpago rebelde
antes viajó poblado de palabras?
Quién va rompiendo sílabas heladas,
idiomas negros, estandartes de oro,
bocas profundas, gritos sometidos,
en tus delgadas aguas arteriales?
Quién va cortando párpados
florales
que vienen a mirar desde la tierra?
Quién precipita los racimos muertos
que bajan en tus manos de cascada
a desgranar su noche desgranada
en el carbón de la geología?
Quién despeña la rama de los vínculos?
Quién otra vez sepulta los adioses?
Amor, amor, no toques la
frontera,
ni adores la cabeza sumergida:
deja que el tiempo cumpla su estatura
en su salón de manantiales rotos,
y, entre el agua veloz y las murallas,
recoge el aire del desfiladero,
las paralelas láminas del viento,
el canal ciego de las cordilleras,
el áspero saludo del rocío,
y sube, flor a flor, por la espesura,
pisando la serpiente despeñada.
En la escarpada zona, piedra y
bosque,
polvo de estrellas verdes, selva clara,
Mantur estalla como un lago vivo
o como un nuevo piso del silencio.
Ven a mi propio ser, al alba mía,
hasta las soledades coronadas.
El reino muerto vive todavía.
Y en el Reloj la sombra
sanguinaria
del cóndor cruza como una nave negra.
IX
Águila sideral, viña
de bruma.
Bastión perdido, cimitarra ciega.
Cinturón estrellado, pan solemne.
Escala torrencial, párpado inmenso.
Túnica triangular, polen de piedra.
Lámpara de granito, pan de piedra.
Serpiente mineral, rosa de piedra.
Nave enterrada, manantial de piedra.
Caballo de la luna, luz de piedra.
Escuadra equinoccial, vapor de piedra.
Geometría final, libro de piedra.
Témpano entre las ráfagas labrado.
Madrépora del tiempo sumergido.
Muralla por los dedos suavizada.
Techumbre por las plumas combatida.
Ramos de espejo, bases de tormenta.
Tronos volcados por la enredadera.
Régimen de la garra encarnizada.
Vendaval sostenido en la vertiente.
Inmóvil catarata de turquesa.
Campana patriarcal de los dormidos.
Argolla de las nieves dominadas.
Hierro acostado sobre sus estatuas.
Inaccesible temporal cerrado.
Manos de puma, roca sanguinaria.
Torre sombrera, discusión de nieve.
Noche elevada en dedos y raíces.
Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
Planta nocturna, estatua dc los truenos.
Cordillera esencial, techo marino.
Arquitectura de águilas perdidas.
Cuerda del cielo, abeja de la altura.
Nivel sangriento, estrella construida.
Burbuja mineral, luna de cuarzo.
Serpiente andina, frente de amaranto.
Cúpula del silencio, patria pura.
Novia del mar, árbol de catedrales.
Ramo de sal, cerezo de alas negras.
Dentadura nevada, trueno frío.
Luna arañada, piedra amenazante.
Cabellera del frío, acción del aire.
Volcán de manos, catarata oscura.
Ola de plata, dirección del tiempo.
X
Piedra en la piedra, el hombre, dónde
estuvo?
Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía
que por las calles de hoy, que por las huellas,
que por las hojas del otoño muerto
va machacando el alma hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la pobre vida...
Los días de la luz deshilachada
en ti, como la lluvia
sobre las banderillas de la fiesta,
dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Hambre, coral del hombre,
hambre, planta secreta, raíz de los leñadores,
hambre, subió tu raya de arrecife
hasta estas altas torres desprendidas?
Yo te interrogo, sal de los
caminos,
muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
roer con un palito los estambres de piedra,
subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta tocar el hombre.
Macchu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base, harapos?
Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme el esclavo que enterraste!
Sacude de las tierras el pan duro
del miserable, muéstrame los vestidos
del siervo y su ventana.
Dime cómo durmió cuando vivía.
Dime si fue su sueño
ronco, entreabierto, como un hoyo negro
hecho por la fatiga sobre el muro.
El muro, el muro! Si sobre su sueño
gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
como bajo una luna, con el sueño!
Antigua América, novia sumergida,
también tus dedos,
al salir de la selva hacia el alto vacío de los dioses,
bajo los estandartes nupciales de la luz y el decoro,
mezclándose al trueno de los tambores y de las lanzas,
también, también tus dedos,
los que la rosa abstracta y la línea del frío, los
que el pecho sangriento del nuevo cereal trasladaron
hasta la tela de materia radiante, hasta las duras cavidades,
también, también, América enterrada, guardaste en lo más bajo
en el amargo intestino, como un águila, el hambre?
XI
A través del confuso
esplendor,
a través de la noche de piedra, déjame hundir la mano
y deja que en mí palpite, como un ave mil años prisionera
el viejo corazón del olvidado!
Déjame olvidar hoy esta dicha, que es más ancha que el mar,
porque el hombre es más ancho que el mar y que sus islas,
y hay que caer en él como en un pozo para salir del fondo
con un ramo de aguas secretas y de verdades sumergidas.
Déjame olvidar, ancha piedra, la proporción poderosa,
la trascendente movida, las piedras del panal,
y de la escuadra déjame hoy resbalar
la mano sobre la hipotenusa de áspera sangre y silicio.
Cuando, como una herradura de élitros rojos, el cóndor furibundo
me golpea las sienes en el orden del vuelo
y el huracán de plumas carniceras barre el polvo sombrío
de las escalinatas diagonales, no veo la bestia veloz,
no veo el ciego ciclo de sus barras,
veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo el cuerpo, mil cuerpos, un hombre, mil mujeres,
bajo la racha negra, negros de lluvia y noches,
con la piedra pesada de la estatua:
Juan Cortapiedras, hijo de Wiracocha,
Juan Comefrío, hijo de estrella verde,
Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
sube a nacer conmigo, hermano.
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad
todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la
esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los
volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y
mi sangre.
[#]
Antártica
Antártica, corona austral, racimo
de lámparas heladas, cineraria
de hielo desprendida
de la piel terrenal, iglesia rota
por la pureza, nave desbocada
sobre la catedral de la blancura,
inmoladero de quebrados vidrios,
huracán estrellado en las paredes
de la nieve nocturna,
dame tu doble pecho removido
por la invasora soledad, el cauce
del viento aterrador enmascarado
por todas las corolas del armiño,
con todas las bocinas del naufragio
y el hundimiento blanco de los mundos,
o tu pecho de paz que limpia el frío
como un puro rectángulo de cuarzo,
y lo no respirado, el infinito
material transparente, el aire abierto,
la soledad sin tierra y sin pobreza.
Reino del mediodía más severo,
arpa de hielo susurrada, inmóvil,
cerca de las estrellas enemigas.
Todos los mares son tu mar redondo.
Todas las resistencias del Océano
concentraron en ti su transparencia,
y la sal te pobló con sus castillos,
el hielo hizo ciudades elevadas
sobre una aguja de cristal, el viento
recorrió tu salado paroxismo
como un tigre quemado por la nieve.
Tus cúpulas parieron el peligro
desde la nave de los ventisqueros,
y en tu dorsal desierto está la vida
como una viña bajo el mar, ardiendo
sin consumirse, reservando el fuego
para la primavera de la nieve.
[#]
Autorretrato
Por mi parte, soy o creo ser
duro de nariz,
mínimo de ojos,
escaso de pelos en la cabeza,
creciente de
abdomen, largo de piernas,
ancho de suelas,
amarillo de tez, generoso
de amores,
imposible de cálculos, confuso
de palabras, tierno
de manos, lento de andar,
inoxidable de
corazón, aficionado a las
estrellas, mareas,
maremotos, administrador de
escarabajos,
caminante de arenas, torpe de
instituciones,
chileno a perpetuidad, amigo
de mis amigos, mudo
de enemigos,
entrometido entre
pájaros, mal educado en
casa, tímido en
los salones, arrepentido sin
objeto, horrendo
administrador, navegante
de boca, y
yerbatero de la tinta, discreto entre
los animales,
afortunado de nubarrones,
investigador en
mercados, oscuro en las
bibliotecas,
melancólico en las cordilleras,
incansable en los
bosques, lentísimo de
contestaciones,
ocurrente años después,
vulgar durante todo
el año, resplandeciente
con mi cuaderno,
monumental de apetito,
tigre para dormir,
sosegado en la alegría,
inspector del cielo
nocturno, trabajador
invisible,
desordenado, persistente, valiente
por necesidad,
cobarde sin pecado,
soñoliento de
vocación, amable de mujeres,
activo por
padecimiento, poeta por maldición
y tonto de
capirote.
[#]
Bodas
De qué sirve un ciervo
sin cierva,
de qué sirve un perro sin perra,
una abeja sin su abejo,
una tigresa sin su tigre,
o una camella sin camello,
o una ballena sin balleno
o un rinoceronte soltero?
De que sirve un gato sin gata,
un ruiseñor sin ruiseñora,
una paloma sin palomo,
un caballito sin caballa,
una cangreja sin cangrejo,
un agujero sin raíces?
A casarse, peces del mar,
pumas de la pumería,
zorros de cola engañosa,
pulgas hambrientas de
provincia.
A procrear! dice la
tierra
con una voz tan invisible
que todos la ven y la tocan
y todos la oyen, y esperan.
[#]
Diurno doliente
De pasión sobrante y sueños de
ceniza
un pálido palio llevo, un cortejo evidente,
un
viento de metal que vive solo,
un sirviente mortal vestido
de hambre,
y en lo fresco que baja del árbol, en la esencia
del sol
que su salud de astro implanta en las
flores,
cuando a mi piel parecida al oro llega el
placer,
tú, fantasma coral con pies de tigre,
tú,
ocasión funeral, reunión ígnea,
acechando la patria en que
sobrevivo
con tus lanzas lunares que tiemblan
poco.
Porque la ventana que el mediodía vacío
atraviesa
tiene un día cualquiera mayor aire en sus
alas,
el frenesí hincha el traje y el sueño al
sombrero,
una abeja extremada arde sin tregua.
Ahora,
qué imprevisto paso hace crujir los caminos?
Qué vapor de
estación lúgubre, qué rostro de cristal,
y aún más, qué
sonido de carro viejo con espigas?
Ay, una a una, la ola
que llora y la sal que se triza,
y el tiempo del amor
celestial que pasa volando,
han tenido voz de huéspedes y
espacio en la espera.
De distancias llevadas a cabo, de
resentimientos infieles,
de hereditarias esperanzas
mezcladas con sombra,
de asistencias desgarradoramente
dulces
y días de transparente veta y estatua floral,
qué
subsiste en mi término escaso, en mi débil producto?
De mi
lecho amarillo y de mi substancia estrellada,
quién no es
vecino y ausente a la vez?
Un esfuerzo que salta, una
flecha de trigo
tengo, y un arco en mi pecho
manifiestamente espera,,
y un latido delgado, de agua y
tenacidad,
como algo que se quiebra
perpetuamente,
atraviesa hasta el fondo mis
separaciones
apaga mi dolor y propaga mi
duelo.
[#]
El abandonado
No preguntó por ti ningún
día, salido
de los dientes del alba, del estertor
nacido,
no buscó tu coraza, tu piel, tu continente
para
lavar tus pies, tu salud, tu destreza
un día de racimos
indicados?
No nació para ti solo,
para ti sola, para ti la
campana
con sus graves circuitos de primavera azul:
lo
extenso de los gritos del mundo, el desarrollo
de los
gérmenes fríos que tiemblan en la tierra, el silencio
de la
nave en la noche, todo lo que vivió lleno de párpados
para
desfallecer y
derramar?
Te
pregunto:
a nadie, a ti, a lo que eres, a tu pared, al
viento
si en el agua del río ves a ti corriendo
una rosa
magnánima de canto y transparencia,
o si en la desbocada
primavera agredida
por el primer temblor de las cuerdas
humanas
cuando canta el cuartel a la luz de la
luna
invadiendo la sombra del cerezo salvaje,
no has
visto la guitarra que te era destinada,
y la cadera ciega
que quería besarte?
Yo no sé: yo sólo sufro de no saber
quién eres
y de tener la sílaba guardada por tu boca,
de
detener los días más altos y enterrarlos
en el bosque, bajo
las hojas ásperas y mojadas,
a veces, resguardado bajo el
ciclón, sacudido
por los más asustados árboles, por el
pecho
horadado de las tierras profundas, entumecido
por
los últimos clavos boreales, estoy
cavando más allá de los
ojos humanos,
más allá de las uñas del tigre, lo que a mis
brazos llega
para ser repartido más allá de los días
glaciales.
Te busco, busco tu efigie entre las
medallas
que el cielo gris modela y abandona,
no sé
quién eres pero tanto te debo
que la tierra está llena de
mi tesoro amargo.
Qué sal, qué geografía, qué piedra no
levanta
su estandarte secreto de lo que resguardaba?
Qué
hoja al caer no fue para mí un libro largo
de palabras por
alguien dirigidas y amadas?
Bajo qué mueble oscuro no
escondí los más dulces
suspiros enterrados que buscaban
señales
y sílabas que a nadie pertenecieron?
Eres,
eres tal vez, el hombre o la mujer
o la ternura que no
descifró nada.
O tal vez no apretaste el firmamento
oscuro
de los seres, la estrella palpitante, tal vez
al
pisar no sabías que de la tierra ciega
emana el día
ardiente de pasos que te buscan.
Pero nos hallaremos
inermes, apretados
entre los dones mudos de la tierra
final.
[#]
El corazón magallánico (1517)
De dónde soy, me pregunto a veces, de dónde diablos
vengo, que día es hoy, qué pasa,
ronco, en medio del sueño, del árbol, de la noche,
nace de ella, un relámpago con hocico de tigre.
[#]
El estribillo del turco
Flor el pantano
vertiente la roca;
tu alma embellece lo que toca.
La carne pasa, tu vida queda
toda en mi verso de sangre o de seda.
Hay que ser dulce sobre todas las cosas;
más que un chacal vale una mariposa.
Eres gusano que labra y opera;
para ti crecen las verdes moreras.
Para que tejas tu seda celeste
la ciudad parece tranquila y agreste.
Gusano que labras, de pronto eres viejo;
¡el dolor del mundo crispa tus artejos!
A la muerte tu alma desnuda se asoma,
¡y le brotan alas de águila y paloma!
Y guarda la tierra tus vírgenes actas,
hermano gusano, tus sedas intactas.
¡Vive en el alba y el crepúsculo,
adora el tigre y el corpúsculo,
comprende 1a polea y el músculo!
Que se te vaya la vida, hermano,
no en lo divino sino en lo humano,
no en las estrellas Sino en tus manos.
Que llegará 1a noche y luego
serás de tierra, de viento o de fuego.
Por eso deja que todas tus puertas
se cimbren, a todos los vientos abiertas.
Y de tu huerta al viajero convida,
¡dale al viajero la flor de tu vida!
Y no seas duro, ni parco, ni terco,
¡sé una frutaleda sin garfios ni cercos!
Dulce hay que ser y darse a todos,
para vivir no hay otro modo
de ser dulces. Darse a las gentes
como a la tierra las vertientes.
Y no temer. Y no pensar.
Dar
para volver a dar.
Que quien se da no se termina
porque hay en él pulpa divina.
¡Como se dan sin terminarse, hermano mío,
al mar las aguas de los ríos!
Que mi canto en tu vida dore lo que deseas.
Tu buena voluntad torne en luz lo que miras.
Que tu vida así seas.
-¡Mentira, mentira, mentira!
[#]
Le
refrain du bouquetier
Fleur le marécage et source le roc:
Ton âme embellit out ce qu'elle touche.
La chair passe mais ta vie reste, entière,
dans ma poésie de sang et de soie.
Il faut être doux sur toute les choses;
le chacal vaut moins que le papillon.
Tu es un ver qui oeuvre et élabore
et pour ton cocon pousse les mûriers.
Pour te laisser tisser ta soie céleste
la ville a un air tranquille et agreste.
Ver au travail, soudain te voilà vieux;
la douleur du monde enraie tes anneaux !
Sur la mort débouche ton âme nue
qui se fait ailée, aiglonne ou colombe!
La terre, elle; garde tes actes vierges,
ver, mon compagnon, tes soies intouchées.
Vis à l'aube et vis au soleil couchant,
adore le tigre et le corpuscule,
comprends la poulie autant que le muscle!
Épuise tes jours, frère, compagnon,
non dans le divin mais lié a l'humain,
non dans les étoiles mais dans tes mains.
Car la nuit viendra qui te changera
aussitôt en terre, en vent ou en feu.
Laisse pour cela s'amadouer tes portes,
laisse sous leur cintre entrer tous les vents.
Ouvre ton jardin à celui qui passe,
tends au voyageur la fleur de ta vie!
Ne te montre pas dur, ladre, obstiné,
fais-toi fruitadelle, sans crochets ni haies!
Il faut être doux et s'offrir à tous,
pour vivre il n'y a pas d'autre façon
d'être la douceur. S'offrir a autrui
comme les sources s'offrent à la terre.
Ne pas avoir peur. Ne pas réfléchir.
Donner pour recommencer à donner.
Celui-là qui s'offre n'a pas de fin:
il abrite en lui la pulpe divine.
Comme s'offrent sans fin, frère, mon frère,
les eaux des fleuves à la mer !
Que dans ta vue mon chant doré que désires.
Que ton noble vouloir fasse clarté ce que tu vois.
Que ta vie suive cette voie.
- Mensonge, mensonge, mensonge !
[#]
El
joven monarca
Como
continuación de lo leído y precedente de la página que sigue debo encaminar
mi estrella al territorio amoroso.
Patria limitada por dos largos brazos cálidos, de larga pasión
paralela, y un sitio de oros defendidos por sistemas y matemática ciencia
guerrera. Sí, quiero casarme con la más bella de Mandalay, quiero encomendar
ni envoltura terrestre a ese ruido de la mujer cocinando, a ese aleteo
de falda y pie desnudo que se mueven y mezclan como viento y hojas.
Amor de niña de pie pequeño y gran cigarro, flores de ámbar en el
puro y cilíndrico peinado, y de andar en peligro, como un lirio de pesada
cabeza, de gruesa consistencia.
Y mi esposa a mi orilla, al lado de mi rumor tan venido de lejos,
mi esposa birmana, hija del rey.
Su enrollado cabello negro entonces beso, y su pie dulce y
perpetuo: y acercada ya la noche, desencadenado su molino, escucho a mi
tigre y lloro a mi ausente.
[#]
El
Tigre
Soy el tigre.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.
El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.
Desnuda te sumerges.
Espero.
Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.
Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.
[#]
La
tigre
Sono la tigre.
ti spio tra le foglie
ampie come lingotti
di minerale bagnato.
Il fiume bianco cresce
sotto la nebbia. Giungi.
T'immergi nuda.
Attendo.
Allora in un salto
di fuoco, sangue, denti,
con un colpo d'artiglio abbatto
il tuo petto, i tuoi fianchi.
Bevo il tuo sangue,
spezzo le tue membra una a una.
E resto vegliando
per anni nella selva
le tue ossa, la cenere,
immobile, lontano
dall'odio e dalla collera,
disarmato nella tua morte,
attraversato dalle liane,
immobile nella pioggia,
sentinella implacabile
del mio amore assassino.
[#]
Le tigre
je
suis le tigre.
je te guette parmi les feuilles
aussi grandes que des lingots
de minerai mouillé.
le fleuve blanc grandit
sous la brume. te voici.
tu plonges nue.
j'attends.
alors d'un bond,
feu, sang et dents,
ma griffe abat
ta poitrine, tes hanches.
je bois ton sang, je brise
tes membres, un à un.
et je reste dans la forêt
à veiller durant des années
tes os, ta cendre,
immobile, à l'écart
de la haine et de
la colère,
désarmé par ta mort,
traversé par les lianes,
immobile sous la pluie,
sentinelle implacable
de mon amour, cet assassin.
[Traduction:
Claude Couffon]
[#]
Der Tiger
Ich bin der Tiger.
Laure auf dich im Laub,
zwischen Blättern, so strotzend
wie Barren feuchten Erzes.
Der weiße Fluß schwillt an
unterm Nebel. Du kommst.
Nackt tauchst du unter.
Ich warte.
Und dann, in einem Sprung
von Feuer, Blut und Zähnen,
reißt ein Prankenhieb dir
die Brust, die Hüften nieder.
Ich trinke dein Blut, breche
dir deine Glieder, einzeln.
Und dann halte ich Wache
im Urwald, jahrelang,
bei deinen Knochen, deiner
Asche, regungslos,
rern dem Haß und dem Zorn,
entwaffnet durch deinen Tod,
von Lianen umwuchert,
regungslos unterm Regen,
unerbittlicher Wächter
bei meiner Mörderliebe.
[Übersetzung: Fritz Vogelgsang en Pablo Neruda: Liebesgedichte, 1993]
[#]
O Tigre
Sou o tigre.
Observo-te entre as folhas
Largas como colunas
de mineral molhado
O rio branco cresce
baixou a neblina. Chegas.
Desnuda submerge.
Espero.
Então em um salto
de fogo, sangue, dentes,
de um golpe, me abato
teu peito, teus quadris.
Bebo seu sangue, quebro
teus membros um a um.
E fico velando
por anos na selva
teus ossos, tuas cinzas,
imóvel, distante do ódio
e da cólera,
desarmado em sua morte,
cruzado pelas lianas
imóvel na chuva
sentinela implacável
de meu amor assassino.
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